En esta sesión he querido mostrar a traves de las fotografías como muchas personas intentan borrar o hacer desaparecer decisiones tomadas en el pasado, y que en la actualidad les hacen sentir mal. En este caso la modelo catalana, Gísela Solà, esconde sus tatuajes realizados durante toda su vida, utilizando una pintura blanca para pintarse su piel y hacerlos desaparecer. Esta metafora, nos lleva a la idea de que el proceso de cambio de ideas y pensamientos esta permanentemente en nuestras vidas, y que aquello que hoy creemos que es lo correcto, de aquí un tiempo lo veremos diferente.
En una sociedad donde la perfección parece ser el estándar, la tendencia de ocultar los errores del pasado se ha convertido en una práctica común. Las personas, a menudo, buscan borrar las huellas de sus fracasos, decisiones equivocadas o momentos de debilidad. Sin embargo, al hacerlo, no solo están construyendo una fachada que podría derrumbarse en cualquier momento, sino que están ignorando una de las herramientas más poderosas para el crecimiento personal: el aprendizaje de los propios errores.
La necesidad de ocultar errores tiene raíces profundas en el deseo de proteger nuestra imagen ante los demás. En un mundo interconectado, donde las redes sociales nos exponen más que nunca, mostrar vulnerabilidad o reconocer que hemos fallado puede percibirse como un riesgo. Los individuos temen ser juzgados, rechazados o perder la estima de quienes los rodean. Para muchos, la opción más segura parece ser la de borrar el pasado o, al menos, silenciarlo lo suficiente como para que no se haga visible.
Desde el punto de vista psicológico, esta tendencia puede explicarse por el mecanismo de defensa conocido como represión. La mente, en su afán de evitar el dolor o la incomodidad, «olvida» o «bloquea» recuerdos dolorosos. Sin embargo, lo que parece ser una solución a corto plazo, a menudo se convierte en un problema a largo plazo. Los recuerdos reprimidos no desaparecen, y tarde o temprano resurgen, ya sea en forma de ansiedad, estrés o conflictos internos.
En conclusión, aunque la tentación de ocultar los errores sea comprensible, el verdadero desafío radica en enfrentarlos. La negación de lo que ha sucedido puede ofrecer una falsa sensación de control momentáneo, pero a largo plazo solo incrementa la carga emocional. Aceptar el pasado, aprender de él y, en última instancia, perdonarse a uno mismo es la clave para un crecimiento genuino y una vida más plena. Solo cuando somos capaces de mirar nuestras fallas de frente, podemos avanzar con fuerza hacia el futuro.
Algunas fotográfias de la sesión:
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